Para divertirle, los sirvientes le llevaron a la princesa dos espejos. No se diferenciaban mucho de los demás espejos jázaros. Ambos habían sido hechos de sal pulida, pero uno era rápido y el otro lento. Todo lo que el primero, reflejando el mundo, tomaba como adelanto del futuro, el segundo, el lento, lo restituía, reequilibrando así las cuentas del primero, porque en relación con el presente estaba atrasado exactamente en la misma medida en que el primero estaba adelantado. Cuando llevaron los espejos a la princesa Ateh, ella estaba todavía en la cama y no se habían lavado aún las letras de sus párpados. En el espejo vio los propios párpados cerrados y murió en el acto. Desapareció entre dos parpadeos o, para ser más exactos, leyó por primera vez las fatales letras escritas en sus páspados, puesto que había parpadeado en el instante previo y en el instante posterior y los espejos le transmitieron el reflejo. Murió asesinada simultáneamente por las letras del pasado y del futuro."
Milorad Paviç, Diccionario Jázaro, Novela léxico, 1989
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